jueves, 9 de abril de 2015

Lunes, 21 de septiembre de 1942

Querida Kitty:
Hoy te comunicaré las noticias generales de la Casa de atrás. Por encima de mi diván hay
una lamparita para que pueda tirar de una cuerda en caso de que haya disparos. Sin
embargo, de momento esto no es posible, ya que tenemos la ventana entornada día y
noche.
La sección masculina de la familia Van Daan ha fabricado una despensa muy cómoda, de
madera barnizada y provista de mosquiteros de verdad. Al principio habían instalado el
armatoste en el cuarto de Peter, pero para que esté más fresco lo han trasladado al desván.
En su lugar hay ahora un estante. Le he recomendado a Peter que allí ponga la mesa, con
un bonito mantel, y que cuelgue el armarito en la pared, donde ahora tiene la mesa. Así,
aún puede convertirse en un sitio acogedor, aunque a mí no me gustaría dormir ahí.
La señora Van Daan es insufrible. Arriba me regañan continua
mente porque hablo sin parar, pero yo no les hago caso. Una novedad es que a la señora
ahora le ha dado por negarse a fregar las ollas. Cuando queda un poquitín dentro, en vez
de guardarlo en una fuente de vidrio deja que se pudra en la olla. Y si luego a Margot le
toca fregar muchas ollas, la señora le dice:
-Ay Margot, Margotita, ¡cómo trabajas!
El señor Kleiman me trae cada quince días algunos libros para niñas. Me encanta la serie
de libros sobre Joop ter Heul, y los de Cissy van Marxveldt por lo general también me
gustan mucho. Locura de verano me lo he leído ya cuatro veces, pero me siguen
divirtiendo mucho las situaciones tan cómicas que describe.
Con papá estamos haciendo un árbol genealógico de su familia, y sobre cada uno de sus
miembros me va contando cosas.
Ya hemos empezado otra vez los estudios. Yo hago mucho francés, y cada día me
machaco la conjugación de cinco verbos irregulares. Sin embargo, he olvidado mucho de
lo que aprendí en el colegio.
Peter ha encarado con muchos suspiros su tarea de estudiar inglés. Algunos libros acaban
de llegar; los cuadernos, lápices, gomas de borrar y etiquetas me los he traído de casa en
grandes cantidades. Pim (así llamo cariñosamente a papá) quiere que le demos clases de
holandés. A mí no me importa dárselas, en compensación por la ayuda que me da en francés y otras asignaturas. Pero no te imaginas los errores garrafales que comete. ¡Son
increíbles!
A veces me pongo a escuchar Radio Orange3; hace poco habló el príncipe Bernardo, que
contó que para enero esperan el nacimiento de un niño. A mí me encanta la noticia, pero
en casa no entienden m¡ afición por la Casa de Orange4.
Hace días estuvimos hablando de que todavía soy muy ignorante, por lo que al día
siguiente me puse a estudiar como loca, porque no me apetece para nada tener que volver
al primer curso cuando tenga catorce o quince años. En esa conversación también se
habló de que casi no me permiten leer nada. Mamá de momento está leyendo Hombres,
mujeres y criados, pero a mí por supuesto no me lo dejan leer (¡a Margot sí!); primero
tengo que tener más cultura, como la sesuda de mi hermana. Luego hablamos de mi ignorancia
en temas de filosofía, psicología y fisiología (estas palabras tan difíciles he
tenido que buscarlas en el diccionario), y es cierto que de eso no sé nada. ¡Tal vez el año
que viene ya sepa algo!
He llegado a la aterradora conclusión de que no tengo más que un vestido de manga larga
y tres chalecos para el invierno. Papá me ha dado permiso para que me haga un jersey de
lana blanca. La lana que tengo no es muy bonita que digamos, pero el calor que me dé me
compensará de sobras. Tenemos algo de ropa en casa de otra gente, pero
lamentablemente sólo podremos ir a recogerla cuando termine la guerra, si es que para
entonces todavía sigue allí.
Hace poco, justo cuando te estaba escribiendo algo sobre ella, apareció la señora Van
Daan. ¡Plaf!, tuve que cerrar el cuaderno de golpe.
-Oye, Ana, ¿no me enseñas algo de lo que escribes? -No, señora, lo siento.
-¿Tampoco la última página?
-No, señora, tampoco.
Menudo susto me llevé, porque lo que había escrito sobre ella justo en esa página no era
muy halagüeño que digamos.
Así, todos los días pasa algo, pero soy demasiado perezosa y estoy demasiado cansada
para escribírtelo todo.

Tu Ana

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